domingo, 20 de septiembre de 2009

Pasatiempos surrealistas de burgueses pasados de moda

Volumen 1: MAGIC VEGETAL

Un chalé. El típico chalé. En las afueras. Silencioso. Llega un camión de la basura. Es de color verde y transporta el interior de los contenedores de vidrio. Está lleno de botellas y vasos rotos. Lo hacen pasar por el jardín hasta el borde de la piscina. Uno de los basureros acciona una palanca y la compuerta residual del camión libera un alud de cristales sobre el agua. Los cascotes y esquirlas centellean a la luz de los focos hasta que terminan por hundirse en el fondo de la piscina. Luego todo vuelve a la calma y hay un segundo de verdadera quietud. El conductor del camión recibe un sobre blanco en el que suponemos hay dinero. El mayordomo que se lo ha entregado hace una reverencia y el camión arranca. Nadie hace ni dice nada hasta que las sirenas naranjas no se han perdido del todo en el horizonte.

Entonces hacen aparición cinco señoras mayores vestidas de negro. Llevan una silla de plástico plegable bajo el brazo y avanzan en procesión hasta situarse en fila en uno de los bordes de la piscina. Colocan sus sillas y como si fueran cantaoras flamencas toman asiento con solemnidad. La mirada altiva. Fija en un punto. Enseguida aparecen unos niños muy jóvenes ataviados con delantales y uniformes de cocinero. Cada uno lleva un cuenco de cerámica relleno de cerezas. Algunos de ellos tienen sobre sus cabezas unos extraños sombreros turcos con pájaros disecados en la copa. El macabro invento parece improvisado y algunos de los pájaros se balancean peligrosamente. Tras entregar un cuenco a cada anciana el grupo de benjamines desaparece con un gracioso trote militar. Suena una trompeta. Del fondo del jardín aparece una multitud desnuda corriendo como si se acabara de dar el pistoletazo de salida de una carrera. Se pisotean y empujan entre ellos hasta llegar a un límite invisible que les hace frenarse en seco. Son los surrealistas.

El mayordomo aparece con una vela blanca en la boca, saluda al grupo con una reverancia y se enciende la vela como si fuera un puro. Acto seguido le hace un gesto a las señoras mayores y éstas sacan de sus vestidos una tira de tela verde. Se la atan a la frente como si fueran luchadoras de kung fú. En cada cinta se puede leer el nombre de un varón. Son viudas. Practican el deporte del duelo.
El mayordomo, con su vela goteante de cera en los labios, pide que los primeros cinco participantes tomen posición. Cinco surrealistas se separan del grupo y se arrodillan frente a las ancianas. De nuevo, se escucha el sonido de una trompeta. Una banda de música tirolesa que hasta entonces había estado oculta detrás de los setos empieza a tocar una composición popular. Las ancianas empiezan a llorar todas a la vez, gimiendo el nombre del varón que llevan en la frente: "Ay, Manolo mi amor", "Roberto, qué desgracia", "Yo te sigo esperando Juan" y mientras moquean y gritan y se golpean el pecho se llevan las cerezas a la boca con una mano y escupen en la otra los restos triturados. Cuando ya tienen una buena ración de masa de cereza se la untan en el ano al surrealista que tienen delante y luego se la introducen por el esfínter haciendo presión con sus dedos arrugados. Una vez han recibido su dosis los surrealistas se levantan de un salto y como potrillos juguetones, levantando exageradamente las rodillas, hacen cola delante del trampolín. Los cristales, por supuesto, siguen ahí. En el fondo de la piscina.

Uno a uno los surrealistas se entregan a este juego tortuoso en el que tienen que lanzarse a la piscina sin rozar el fondo, sin tocar en ningún momento el suelo. Poco a poco la piscina se va llenando y cada vez es más difícil mantenerse a flote. Llega un momento en que hay tantas piernas agitándose bajo el agua luchando por no tocar el fondo que se empiezan a dar rodillazos y golpes, y empiezan a gemir y a apoyarse unos en otros, mientras las ancianas de luto siguen llorando, la vela se consume y continúa la música tirolesa con sus cencerros de vaca y sus acordeones. Los surrealistas gritan, algunos ya se han desmayado y flotan, otros son pisoteados y el agua cada vez más roja.
Y cuando en los labios del mayordomo se han fundido los últimos restos de cera, una voz electrónica que surge del interior de la casa grita "Yeah, yeah, yeah ¡MAGIC VEGETAL!". Entonces la música se detiene y las ancianas una a una se secan las lágrimas. Se limpian la cereza de la barbilla y se levantan. Se desnudan. Se pierden en el jardín. Los surrealistas saben que todo ha acabado y poco a poco salen de la piscina.

3 comentarios:

  1. Me imagino que el surrealismo puede tener alma no? puede haber algo, no? seguro que en la segunda parte de esto. Porque imagenes hay tantas, tan extrañas, y hay tanto surrealismo gratuito y onírico... que si uno no se esfuerza un poquito sería como si alguien tratara de venderte agua, sin botella ni nada, en las manos.

    - te vendo el agua que cayó en mi patio. Puedes pasarte a recogerla cuando quieras.

    La botella está abierta. Y ya que esta abierta la podrías usar.

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  2. pero al igual soy yo, no me hagas mucho caso

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  3. eh, eh, eh. estoy haciendo botellón. me estoy bebiendo el alma. ven cuando quieras y te daremos un poco

    yo también estoy descubriendo. y para encontrar el tesoro primero hay que llenarse las manos de tierra

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