jueves, 5 de noviembre de 2009

Las aventuras de Gaspar Noe (I)

Las aventuras de Gaspar Noe

Capítulo 1: Las suelas

"ópera de martillo
en la edad del agua"
Lola Crespo


Gaspar Noe iba caminando por la Gran Vía una soleada mañana brasileña.

Un hombre unicejo se le acerca y se le queda mirando. El hombre esboza una sonrisa compasiva. Una sonrisa de buda. Gaspar no cambia su expresión. Lo mira serio, con desinterés. "Qu'est-ce que tu veux?" El hombre se le acerca todavía más y señala su entrecejo peludo.
"Es un puente."
La risa del hombre resuena en toda la avenida. Y después son los ecos de la risa del hombre que resuenan en toda la avenida. Primero resuenan como una huída en masa de prostitutas de tacón. Luego resuenan como un claqué de pisar uvas. Y finalmente los ecos resuenan como un perro callejero sacudiéndose el vino de un vagabundo. Maracas. Este perro es usado por un vagabundo como esponja natural para transportar líquidos.
Después de reírse , el hombre da media vuelta y en lugar de alejarse, empieza a caminar hacia atrás, de espaldas, empujando al pobre Gaspar y despidiéndose con una sonrisa. Es la sonrisa la que se despide con una pequeña manita de porcelana asomando de la comisura.

Gaspar Noe empieza oa bsesionarse con la idea del entrecejo como puente.
Es como el día en que se dió cuenta de que sus pies no podían pisar solo suelo. Por un extraño motivo sus huellas no soportaban la idea de verse solas con el asfalto y el señor Gaspar Noe tuvo que aprender a caminar por el mundo matando una cucaracha por pisada, aplastando mierda a cada paso, pisando, en fin, todo tipo de minas casuales y de una refinada variété política. Sus huellas eran verdaderas improntas de arte contemporáneo.

La vida de Gaspar Noe estaba llena de asteriscos. Palabras con estrella*. Palabras con solecillo*. El problema es que solo estaban los asteriscos. No venían las definiciones, las aclaraciones a pie de página. Es vox populi que también se dan los casos contrarios: Gente llena de definiciones y de conocimientos y que, sin embargo, buscan desesperadamente las palabras estrelladas que los designen. Aunque la mayoría de las personas somos un conjunto más o menos equilibrado de asteriscos, es cierto que existen estos casos radicales. Gaspar Noe era una de ellos.

Pero aquel hombre, el puente, el entrecejo... Aquel había sido uno de los asteriscos más enormes de los últimos años.
Pobre Gaspar, antes de convertirse en un ser oscuro, en uno de esos calvos de discoteca, antes de que siempre sudara frío, solo era un niño inocente que miraba las estrellas:

"¡Es un hotel, el cielo es un hotel muy lujoso, un hotel de miles de estrellas!"

¡Jajajaja! Qué inocencia, cuánto barquito de nuez.

Hasta que un día compró dos peceras. En una puso cien lagartijas a las que cortó las colas. En la otra vació la montaña de colas vibrantes. Después de varios días mirando las dos peceras, llegó a la extraña conclusión de que cada pecera contenía un animal diferente. Ahí empezó todo. Con aquella distinción psicópata. El primer bigote.

3 comentarios:

  1. Me quito el sombrero, y la pelambrera...

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  2. Ey, mén, love llú tach.

    La parte de los asteriscos me ha emocionado muy profundamente. Necesitaba leer eso, y creo que tú necesitabas escribir eso. Yé, yé, yé, esto coge forma. Ya sabemos por qué empezó todo. Ya conocemos a los animales. Ahora sólo hay que adivinar qué cola es la trompa del eleperro.

    Lobo: aú, aú, aúuuuuu.

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