martes, 6 de octubre de 2009

Pero clandestino

Hoy me han hablado de un puticlub que no tiene nombre. La conversación era más bien "mi abuela tiene un puticlub" y claro, me he interesado. Hemos intentado entrevistar a esa abuela, pero es imposible. La mujer no quiere. Ya le basta con tener un puticlub como si fuera una pizzería (es decir, las pizzas tienen piernas y entrepierna, es corriente).
Pero ojo al dato: cuando le he preguntado cómo se llamaba (el puticlub, qué cosa tan curiosa) me ha dicho que no tiene nombre. Que es una puerta con timbre, un puticlub clandestino. Ojo. Esto da lugar a una paradoja muy coja: podría estar uno ahí, dale que te pego con las nalguinas, pensando que qué bien se está en el Avenida vertical, mientras otro anda sobre otra en el Quasicorremos y alguien hace la cama en el Hotel inflexible. En fin, que podría destruir la línea espacio tiempo, y sin condensador. Que este ascensor tiene chófer, ojo. Que es como no ponerle a tu hijo y que tenga que reaccionar si escucha Tomás, Sebas o Eustaquio. Es decir: el niño explota.
Y ojo. Una abuela. Tal vez la que escapó del hormiguero.
En fin, en fin. Que no dormimos.

2 comentarios:

  1. Me parece sano y dentro de los límites legales [i]no ponerle[/i] a tu hijo. Lo contrario es una idea que me asusta bastante.

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  2. Ah. Pues sí. Tengo una teoría al respecto, que contaré en otro post, pero que tiene mucho que ver con los nombres indios.

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